Croquetas de bacalao

>> lunes, 17 de noviembre de 2008



Cuando regresé a Madrid, me llevé un gran disgusto. Habían cerrado "La Pepita". Al parecer por algún tema de especulación inmobiliaria, rentas antiguas y vete tú a saber qué cacicada del responsable municipal. Parte de mi adolescencia se fue por el retrete con ese cierre. Esas paredes sucias, cubiertas de pósters antiguos, cromos de Miguel Induráin, minis de cerveza y kalimotxo, croquetas de vete-tú-a-saber-qué, patatas bravas. Momentos pre-etílicos y momentos de etilidad. Ni siquiera recuerdo la última vez que pisé aquel cochambroso lugar que siempre quedará en mi corazón.
En mi proceso de readaptación a la ciudad que me vio nacer y crecer, necesitaba de un lugar de referencia para saber que nada había cambiado, o por lo menos, algo de lo que dejé, seguía ahí. Tras la ingesta de uno de esos maravillosos bocadillos de calamares, en la Plaza Mayor de mi pueblo, como símbolo de mi vuelta por estos pagos y la necesidad de desintoxicarme de shawarmas, falafels y hummus, crucé la Puerta del Sol y decidí adentrarme en esa maraña de almas que es la calle Preciados hacia la plaza del Callao. En la primera esquina, a la izquierda, apareció ante mi la visión de algo que me traía el recuerdo de mi infancia y del abuelo fallecido más de diez años atrás. Casa Labra, lugar donde un grupo de impresores fundó cierto partido socialista y donde mi abuelo me llevaba a comerme unas deliciosas croquetas de bacalao cada vez que "bajábamos a Madrid". Tantos recuerdos me vinieron a la cabeza, tantas croquetas consumidas, tantas tajadas de bacalao compartidas. Las "pepsi-colas" de niño, las cañas de mayor. Seguía ahí, como siempre, con la gente en la calle, esperando religiosamente una cola que acaba con una ración de croquetas, o una tajada de bacalao rebozado y su correspondiente vaso de cerveza, bien tirado, con su dedo de espuma... como nos gusta a los madrileños. "¿Nos tomamos una pepsi-cola, Camarada?". Casi podía escuchar la voz de mi abuelo invitándome a entrar allí. No lo dudé dos veces, doblé la esquina, me puse en la cola y esperé. Necesitaba una referencia, necesitaba volverme a sentir en Casa (Labra)

3 comentarios:

Lena 18 de noviembre de 2008, 13:59  

Hacía ya tiempo que se rumoreaba su cierre...y dicen que cuando el río suena, tarde o temprano se seca (ya sé que es de otro modo, pero...).

Tierna historia has contado, Harry, de cómo todos necesitamos, en algunos momentos, encontrar las raíces para poder seguir adelante.

Un abrazo fuerte.

eva 18 de noviembre de 2008, 16:09  

Ganas tengo de ir a (tu) Casa, sobretodo si va a haber croquetas de bacalao. Yo tengo un principio y es nunca digas que no a una croqueta.

Pilar M Clares 19 de noviembre de 2008, 15:06  

Estas son las historias que nos hacen y que buscarlas es reencontrar los símbolos de lo que pensamos esencial, no tanto por la croqueta -¡¡que también!!- sino por todo lo que conlleva, qué bonita la historia con tu abuelo... Una croqueta muy proustiana, bienvenido a casa de todos modos. Un besico

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